La Biblioteca Nacional recuerda a Manuel Puig (1932-1990)

Las tres décadas transcurridas desde el fallecimiento de Manuel Puig, ocurrido en México a sus tempranos 57 años, invitan a recordar a un autor atípico y a la vez central de la literatura argentina.


Contemporáneo del pop, irrumpió con involuntario vanguardismo al elaborar su obra con la materia descalificada por el canon erudito. Las voces del habla coloquial se tramaron en sus novelas con un ademán rupturista para la moral media de la época; enormemente popular sin ofrecer concesiones ni complicidades, supo ver en el cine, la radionovela, el costumbrismo pueblerino, el culebrón, el chisme, el romance y la música de la radio la materia candente con la cual construir su estética personal. Del joven estudiante de Cinecittá que escribía cartas a su madre, al autor consagrado y traducido a innumerables lenguas cuyas novelas eran llevadas al cine, media un tránsito vertiginoso. “Coco” Puig padeció el desprecio de su comunidad en General Villegas, pueblo de provincia en el que tuvo su educación sentimental mientras devoraba el cine de Hollywood y aprendía a captar con oído único el chismorreo de las vecinas. Su elección de estilo de vida le granjeó el desprecio que no cejó al trasladarse a la capital, donde conoció cierto velado rechazo del ambiente de las letras que consideraba “literatura menor” a sus textos sin advertir la extraordinaria osadía de sus experimentaciones formales. Puig rompía con la literatura considerada seria y a la vez abría un nuevo territorio que conectaba con el gusto popular. Anticipándose a los tiempos, produjo un cruce de géneros y disciplinas que nadie había afrontado. Desde La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969),

hasta las ediciones póstumas de sus obras teatrales: El misterio del ramo de rosas (1997) y Triste golondrina macho (1998), Puig transitó desde el clasicismo del relato hasta las apuestas experimentales de la dramaturgia, eludiendo puntualmente el convencionalismo intelectual. Sus temas y sus formas construyeron un mundo propio y distinto, una estética devenida

sello personal, un Puig adjetivo. Censurado durante la dictadura, no rehuyó el compromiso político y social con el progresismo: baste leer Cae la noche tropical. Su vasta correspondencia (Querida familia) resulta de acceso imprescindible para comprender su período de formación y búsquedas formales. Los últimos años parecieran haber desplegado sobre él, como sobre tantos otros autores argentinos, un oscuro e injusto silencio. Ni la mirada académica, ni el convencionalismo de mercado regresan sobre su multifacética obra para renovar la lectura de una estética anticipatoria y rupturista. Prolífico, laborioso, astuto en el modo en que fue direccionando su obra, no tardó en llegar al cine y luego al teatro alcanzando gran éxito y relevancia.

Fue también en este aspecto un rara avis de la escritura argentina proyectada al mundo. Tal vez uno de los resortes infalibles que Puig mejor manejara haya sido la intuición de producir una literatura de enorme espectro capaz de ser admirada por públicos masivos, sin rendirse del todo a los lenguajes del mercado ni buscar el elogio fácil de la crítica. Su lectura, aun hoy, sigue siendo una fiesta.

La Biblioteca Nacional realizó un video sobre Puig que se puede ver aquí

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